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Tenía una escalera al cielo, un perro que mordía, una azotea para ver la palmera saludarme y un viento que jugaba con mi pelo, y de vez en cuando palabras que escribía de corrido para que no se escaparán con mis pensamientos, y por eso quise que a veces dejarlas aquí, por si alguién venía a recogerlas.......

miércoles, 9 de febrero de 2011

Nací justo en la orilla del mar…., (escucha la canción que siempre va conmigo)





Naci justo en la orilla del mar, justo esa que estás viendo ahora cogido de mi mano, ese mar que tocas, es el primero que me saludo al venir, ese olor que te impregna fue lo primero que lleno mis pulmones, fuera de mi madre, estaba el mar, se abría la puerta, y allí estaba la marea, la casa ya no está, pero si las otras, donde correteaba de la mano de Antoñito el viejo, y por la arena, donde estaba la playa y algunas barcas y los pescadores, y me llevaba a comer pescadito frito y yo me ponía de mimosa, porque era de mi naturaleza el ser bobita y consentida, porque esa gente, la de mar, me quería, y me permitía ser solo una niña consentida.
El mismo mar esta, algunas rocas, y pocas casas, pero todo ello lleva mi ADN, y yo soy su cromosoma particular, y ellos los singulares, y jugábamos mi verbo en tiempo presente y dejamos ya el pluscuamperfecto,
Mujer de risco y ladera, de roca y barranco, de mar, esa soy yo, no una sirena, pero si un pescado, me conformo con sardina, o bacalao, es igual, me gusta todo el mar,
Era un sábado al mediodía, la una y treinta de la tarde, y mi padre venia de la mar, de estar embarcado de marinero, y una partera vieja y casi ciega, rajo a mi madre con una peseta, y no se para que, porque solo llegue al kilo y algo, parecía una rata, según mi madre, pequeña, negra, enclenque y fea, pero ellos me querían, era su primera hija, el final de un cuento feliz, donde el marino se casaba con la costurera, lo que no sabían, y no me dijeron ni con los años, es que llevaba un conjuro ingrato, puede que el mar tuviera celos, o la partera ciega, vete tú a saber, pero el caso, que el cuento nunca se acababa y siempre se quedaba en suspenso, como en una obra de suspense y terror, o de comedia, hasta que uno pone fin al capítulo y empieza otro,
Puede que me calce de nuevo mis zapatillas de calamar y que infle el neumático de goma, puede que abra la puerta de nuevo y vea el mar, puede incluso que sea la misma marea, puede que hasta incluso saboree de nuevo el pescadito frito de los pescadores y juegue y me enrede con sus redes, y hasta puede que siente el chicle que llevaba en la boca, y lo deje pegado justo debajo de la mesa, para luego cogerlo al día siguiente más duro que una piedra y volverlo a masticar, puede que haga todo eso, a fin de cuentas, es mi mismo ADN y yo soy un cromosoma de los singulares y particulares, en tiempo presente y perfecto,
Melilla,

4 comentarios:

beker dijo...

No es lugar, nacer frente al mar; eso ya es para toda la vida...

Saludos

Neogeminis Mónica Frau dijo...

Amelia!...qué bueno es leerte!...me hace sentir de cerca algo de ese mar, algo de ese aire, algo de tu gente y tu ADN!

Gracias por estos textos que tan bien te pintan!


un abrazo gigante!

Capitán Tormentas dijo...

Yo es que te veo mas como un jurel que como una sardina o bacalao Meliyou

amelia dijo...

el jurel no esta nada mal capitán,