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Tenía una escalera al cielo, un perro que mordía, una azotea para ver la palmera saludarme y un viento que jugaba con mi pelo, y de vez en cuando palabras que escribía de corrido para que no se escaparán con mis pensamientos, y por eso quise que a veces dejarlas aquí, por si alguién venía a recogerlas.......

domingo, 27 de febrero de 2011

Diario de a bordo de una marinera en tierra de nadie. (Escucha la música que me acompaño)



Vivo en una torre que casi da al cielo, una torre de oro, puedo escuchar el viento y el mar, pero no me deja el ruido de los coches de la ciudad, vivo casi tocando las nubes y oliendo la espuma de mar, vivo encerrada en cuatro paredes y cinco sentimientos, y una carga enorme de responsabilidad que debilita mis huesos día a día, con cada segundo de mi respiración, la puerta de mi casa da a la gente de bien, que me aplasta el alma con el que dirán, el aparentar, la falsedad, el lujo y el estatus social, pero por la otra calle, la de atrás hay vida de gente como yo, trabajadora, que se ha forjado a si misma, y es por donde más me gusta estar, la calle de los tiendas de comida, donde por las tardes y mañanas se llenan de jóvenes y no tan jóvenes haciendo corrillo, unidos por el único lazo de la vida y la amistad, mas yo no pertenezco a ellos, como tampoco pertenezco a la entrada de mi casa, y tampoco a esta cárcel de oro, donde casi si alzo mis dedos puedo tocar el cielo, pero la tristeza me impide alzarme en la silla y auparme un poco más, porque no estoy en mi mundo, no estoy en nada, me encuentro encallada en mi dolor, marinera en tierra de nadie,
Ya no estoy embarcada, ahora navego a la deriva, este barco no es mío, este rumbo no lo conozco, intento poner un poco de cordura a estos planos que se me salen de las manos, y del alma, y no sé de sextantes, y no se interpretar las señales y sigo encallada,
Me gustaría ser libre como antes, donde era dueña y señora de mi espacio, de mi aire, de mi tiempo, ahora ya no puedo cerrar los ojos y olvidarme de todo y enterrarme en el mar de la tristeza o de la desidia, o el mar de la libertad, o el mar de mi alegría cuando calzaba mi mochila o mi maleta y me iba rumbo nuevo a conocer otras gentes, otros países, y por esos momentos mágicos de vida, me sentía la dueña de mi destino, la hacedora de mi vida, me creía fuerte y poderosa, era libre,
Ahora demasiado ruido de coches de ciudad, demasiado cemento en tan delgadas paredes de los cuartos, donde los vecinos nos escuchamos en nuestra intimidad, demasiado aparentar para nada, demasiado pasado triste encerrado en estas cuatro paredes de oro, donde mi perro mira a veces por la ventana queriendo el oler también el grito fuerte de la libertad, ahora se lo que sienten los presos en sus celdas y que gusano carroñero se los come el hígado y el páncreas, y les pone ese color amarillo de resignación y ansia de salir de ese cemento y esa privación de su libertad, ese falta de oxigeno de verde,
Quisiera irme de aquí lejos, ser otra persona, no tener pasado, ni presente ni futuro, solo el sentimiento de estar en libertad y poder llenarme los pulmones de alegría, y quitarme esta carga que pesa mucho y me consume el alma y la vida, quisiera irme más al norte, mucho más de lo que alcanza mi mirada, salir de esta isla, e irme junto al verde de los acantilados rompiendo al mar, en una casa donde puede tocar el cielo con mis manos y pueda encender un fuego porque hace frio, donde solo sea una mujer y nada más, sin maletas guardadas, sin cajas por desembalar, mujer de tobillo fino, paso ya más sereno, donde mi fiel guardián mi perro, acompaña mis pasos y todo aquel que quiera acompañar mi camino entre la playa y mi reino de nunca jamás, igual encuentro un barco nuevo, un barco nuevo en mi vida, que me lleve a ese sitio donde quiero morar, mientras espero los días con la mirada puesta en el mar, por si veo el barco, porque si me puedo perder mas allá de mi mirada,
Diario de a bordo de una marinera en tierra de nadie. (Escucha la música que me acompaño)
Amelia en el año de 2011, un domingo cualquiera de este mes de febrero que se va ya.

2 comentarios:

Lydia dijo...

Muy bonito texto, realmente, no se que decirte, qué se le dice a la tristeza? Solo puedo decirte que estas ideas que tienes, estas prisiones que vives, estos anelos, todas las mujeres los tenemos, hacen parte de nuestra genetica porque siempre nos han encerrado, nos han amaestrado, nos han limitado, a todas las edades, en todas partes del mundo, en todas las culturas y en todos los siglos, las mujeres han sentido este apretón del alma como el que estas viviendo, esta falta de aire, esta mente loca para volar y volar y desaparecer, yo misma cuantas veces me he imaginado irme lejos con mi perra Laika, a la India o al Polo Norte, y dejarlo todo aquí, sin mí, deshacerme de estas cadenas, de estas rejas, todas las mujeres sabemos lo que es la prisión y lo otro tambien, lo otro que hablas, las paredes y el ruido y los coches que nos impiden concentrarnos, paredes y coches y ruido y querer volar, y todas las mujeres tambien hemos subido sobre un barco sin rumbo, sin mapas y muchas han logrado aun sin mapas y sin rumbo y piensa en todas nosotras, cada una a nuestra manera hacemos lo imposible para seguir sonriendo, seguir acariciando, seguir fuertes y valientes.

chanclas dijo...

¡Tantos sentimientos y tan conocidos!
Tanta gente alrededor y cuanta sensacion de soledad!
Pero no abandonamos Mely.
Soñamos con viajes que nos lleven ¿adonde...?
Cerca hay alguien que tambien mira por la ventana, como tu, como yo, como tu perro. Todos buscamos algo que siempre está al otro lado del cristal.
Me gustaria leer en tu diario de abordo que lo has encontrado.
Un beso