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Tenía una escalera al cielo, un perro que mordía, una azotea para ver la palmera saludarme y un viento que jugaba con mi pelo, y de vez en cuando palabras que escribía de corrido para que no se escaparán con mis pensamientos, y por eso quise que a veces dejarlas aquí, por si alguién venía a recogerlas.......

viernes, 26 de marzo de 2010

La narradora de historias. (Escucha la música que me acompaño en estas cuatro letras de pan y pimiento)



Por enésima vez volvió a mirar todo lo andado, miro las cuatro paredes de su casa, el pasillo luminoso, la cocina sin ventana, el baño pequeño, sus tazas de café por la mañana, su vaso de cerveza por la tarde y su copa de vino, cuando a veces el anochecer era amable, o no demasiado, también miro los cuadros, las fotos, las bombillas, y las pocas lámparas, sus zapatos sanos de las mordidas de su perro, los perfumes gastados, y los mil recuerdos entre las esquinas, también miro el programa de la tele, el perro durmiendo en el sofá, la cama sin hacer, como siempre, y sumo los peldaños de la escalera, y dieron 16 escalones, los justos hacia el cielo, o al infierno si lo querías mirar así, miro sus papeles ordenador por fin en carpetas, así como sus sentimientos, y se dispuso a hacer lo que siempre había querido hacer, aquello para lo que había nacido, aquello que era fácil para ella, poner en papel sus ideas, poner el corazón entre líneas para ser leídas, y luego corregirlas con la cabeza, tenía un montón de ideas, y aun muchas historias por contar, hizo un borrón enorme en sus folios y puso cuenta nueva, el teclado le esperaba, esa noche y mil mas, y creo que siempre que el tiempo le dejara escaparse entre el ruido de la calle donde no pasaba ni un gato, las obligaciones de ser madre, y las horas muertas que se escapaban todos los días, puso título a su libro, y así con la cabeza todavía en vertiginoso ir y venir de letras, pudo amarrar algunas frases y así dar forma a sus ideas, no sin antes mirar de reojo por sus gafas, un poco con la vista levantaba de ellas, como siempre que quería fijarse en algo sin mirar, saco su frase preferida del tintero, y se rio de ella y de todos, y dijo lo que siempre dice cuando algo le da igual y ya no le importa un pimiento, y morrón además, se caló de nuevo sus gafas y se dispuso a escribir esas mil historias que aun tenía que contar.
Amelia.

3 comentarios:

Neogeminis Mónica Frau dijo...

Ay amelia!...qué bien hace soltarse y dejarse llevar por las palabras!...ellas tienne el poder de liberarnos, aunque más no sea por un rato.
Hoy he tenido una mala noticia. el apdre de la mejor amiga de mi hija mayor está enfermo, y parece que no hay esperanza. Esas cosas te hacen un nudo enorme en el estómago y no encontrás nada que le de alivio. Me imagino esa pobrecita frente a frente con tanto dolor y no sé qué malabares hacer para sentirme algo mejor...para intentar consolarla.

en fin...intentar hacer reflotar la esperanza...pesea todo y como se pueda.

Es bueno seguir manteniendo lazos firmes que te sujeten a la tierra pero que a la vez, te permitan volar.


un besote.

chanclas dijo...

Escalera al cielo, esos dieciseis escalones que separan la realidad monocorde de los dias del volar de la imaginación, el ensueño y las cuartillas por descubrir.
Releí tu relato y me enganchó cada una de las palabras.
Un afectuoso saludo.

beckett dijo...

Y aquí estamos nosotros, esperando que tus palabras se derramen entre tus manos para poder leerlas.