Hoy momentos que permanecen inalterables y tal como fueron creados, como el suave batir de alas del amor, del suave roce de la caricia en mi cuello, de la mirada tras la ventana de la esperanza, de la lejanía acortada por esa carta, de la distancia en puro camino por las palabras, del olor de la vida nueva con carita de ángel de los hijos, de la explosión de hacer el amor cuando amas y eres amada, como de los momentos bonitos de la vida, como la risa con que se te llena la casa, la verdad de las palabras y como fueron dichas, y no amando, sino creyendo en la persona que te las dedica, esos momentos que son puros, porque son tuyos, son pequeños tesoros, pequeños apéndices en la memoria de la vida, de nuestra vida, para recordarnos que si fuimos felices, y que siempre es posible volver a ese lugar donde nacimos junto al lado del mar, en esa marea de sentimientos, donde tu puerta es justo la que se abre justo mas allá del horizonte, tu puerta que da a la marea, es justo la puerta donde puedes volver a danzar con nubes y olas, donde la piedra y la roca son tu pilar, y donde la escasa arena es solo tupida alfombra para andar de puntillas por la vida. Hay momentos donde me permito llorar de alegría, por lo que fue y no tengo, y por todo lo que permanece a mi lado desde el justo momento desde que se creo, como el amor, y digo amor, y lo digo con mayúsculas, ese amor del bueno, del bonito, del caro, del de toda la vida, porque la vida es tan solo un soplo de felicidad, y mil caídas a tierra todos los días, y tan solo por ese soplo donde tu alma y tu cuerpo gravitan en perfecto estado de armonía, merece la pena vivirlo y luego morir en paz.
Justo cuando pienso eso, me calzo mis zapatos nuevos, me miro en el espejo y hago balance en esos pequeños tesoros, como también de otros que tire de la cadena del váter cuando no me servían para nada, e intento ver tras el espejo el paso del tiempo en mi cara, en mi cuerpo, y no encuentro nada, el camino no está en mi rostro, si quiero ver el rastro de todo lo vivido, tengo que cerrar los ojos y mirar dentro, muy adentro de mi corazón, y es allí donde veo lo que fui, lo que soy y lo que algún día seré, y eso solo es esto que narro aquí, una mujer que amo y fue amada, que tuve destellos de felicidad, que lleno su casa de risas, su camino de historias, unas buenas, y otras que no merecen la pena de ser contadas, porque siempre que pienso en ellas, se me escapa, y como no, esa furtiva lagrima que siempre se me olvida tirar por la cisterna del váter porque se entremezcla como en un molinillo donde el amor y el dolor van cogiditos de la mano, y sobre todo porque son ausencias que duelen más que el cariño, porque mi mano ya no los podrá tocar, porque están ya mas allá de este mundo de dolor y de amor, y veo que ya el camino me lo sé sobrado, y que pocas sorpresas me quedan detrás del espejo, intento llevar conmigo en el monedero esos momentos buenos y puros, como si de un talismán se tratara, y hago hueco para ir guardando los nuevos que la vida me tiene preparada.
Amelia
Justo cuando pienso eso, me calzo mis zapatos nuevos, me miro en el espejo y hago balance en esos pequeños tesoros, como también de otros que tire de la cadena del váter cuando no me servían para nada, e intento ver tras el espejo el paso del tiempo en mi cara, en mi cuerpo, y no encuentro nada, el camino no está en mi rostro, si quiero ver el rastro de todo lo vivido, tengo que cerrar los ojos y mirar dentro, muy adentro de mi corazón, y es allí donde veo lo que fui, lo que soy y lo que algún día seré, y eso solo es esto que narro aquí, una mujer que amo y fue amada, que tuve destellos de felicidad, que lleno su casa de risas, su camino de historias, unas buenas, y otras que no merecen la pena de ser contadas, porque siempre que pienso en ellas, se me escapa, y como no, esa furtiva lagrima que siempre se me olvida tirar por la cisterna del váter porque se entremezcla como en un molinillo donde el amor y el dolor van cogiditos de la mano, y sobre todo porque son ausencias que duelen más que el cariño, porque mi mano ya no los podrá tocar, porque están ya mas allá de este mundo de dolor y de amor, y veo que ya el camino me lo sé sobrado, y que pocas sorpresas me quedan detrás del espejo, intento llevar conmigo en el monedero esos momentos buenos y puros, como si de un talismán se tratara, y hago hueco para ir guardando los nuevos que la vida me tiene preparada.
Amelia
4 comentarios:
Es un lujo leerte, Amelia.
Eso de saber y sentir que lo que fuimos no se ve desde afuera,sino que hay que dejarse escabullir por los rincones de adentro, es un gran verdad. Como verdad es que atesorar los momentos de profunda sinceridad nos hace seguir andando. Eso lo justifica todo, y si estamos entre los afortunados que pueden tener esos recuerdos de los que nutrirnos, entonces...llevamos ventaja!...a no olvidarlo!
Un besote!
Hay en tus textos como algo que despierta nuestra memoria, nuestra intimidad, nuestros sentidos... Me gusta mucho lo que escribes.
Un abrazo,
Despues de leerte solo puedo mandarte un beso porque ninguna palabra que escriba podrá trasmitirte la ternura que me produce leerte.
Pequeños tesoros que te van llenando el cofre de tu corazón Meliyou. Pero no compliques mucho el mapa para llegar a él. Pues, los piratas cada vez están más lelos… Consejo de filibustero
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